Compartimos el mensaje de los Obispos de la Región Pastoral Buenos Aires: "No estás solo, lloremos juntos: la droga mata"
Sí, la droga mata: no podemos permitirnos pasar por alto esta tragedia y tantas otras que transcurren todos los días. Hay que hacer memoria y aprender juntos a convivir con este dolor, allí donde hay heridas, que no van a cerrar nunca.
Estamos profundamente conmovidos con las muertes de jóvenes y adultos como consecuencia del consumo de estupefacientes, lloramos juntos con sus familiares y amigos por tanto dolor e impotencia, acompañamos tantas luchas con nuestra oración y cercanía.
Como Iglesia católica y juntos a tantos hermanos cristianos y de otras confesiones, queremos seguir comprometidos: basta ver como nuestras comunidades están abiertas a grupos de asistencia de adicciones de diversa índole, o bien centros dedicados exclusivamente al tema de las drogas.
La adicción: ¡Es un grito! Clama con angustia, clama pidiendo ayuda, la drogodependencia se ha ido extendiendo, profundizando y complejizando.
Es imprescindible asumir y hacer propio el dolor. Siendo esta cuestión algo impostergable, es necesario cuanto antes una “Ley de Emergencia en Adicciones”. Una madre en estos días, al respecto de los afectados por la droga adulterada decía: “Mi hijo no recibió asistencia, porque si él no se quiere internar no lo atiende nadie. Él dormía todo el día y salía de noche. No conseguía trabajo. Y si conseguía trabajo, se lo gastaba en droga. Desde los 14 años que consume y que yo vengo luchando”.
Impacta el testimonio de esta mamá, así como también el de tantas mamás y papás que sufren las adicciones de sus hijos, una familia con problemas de consumo es una familia quebrada, pero no vencida, Dios es la fortaleza de los débiles, y allí donde hay una necesidad siempre aparece un corazón abierto y compasivo.
“Todos tenemos oídos, pero muchas veces incluso quien tiene un oído perfecto no consigue escuchar a los demás. Existe realmente una sordera interior peor que la sordera física. La escucha, en efecto, no tiene que ver solamente con el sentido del oído, sino con toda la persona. La verdadera sede de la escucha es el corazón (…) La capacidad de escuchar a la sociedad es sumamente preciosa en este tiempo herido por la larga pandemia” (Papa Francisco Mensaje LVI Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales 2022).
Podemos escuchar o también nos podemos “hacer los sordos”. Podemos oír tantas noticias en torno a este gravísimo hecho, así llamado “caso de la droga adulterada”, como si existiera una “droga legítima”. Muchos alzan sus opiniones diciendo que se legalice la droga. Escuchando a tantos pibes y pibas de nuestros barrios, lo que comenzó como un pasatiempo, una probada, termina siendo un espiral de violencia, abandono escolar, situación de calle, muerte. La despenalización del consumo, la legalización de las sustancias, solo traerá más consumo y marginalidad. Seguramente se instalará en la sociedad que las drogas legales no hacen daño: las drogas matan siempre.
La realidad de la pandemia sigue existiendo, aunque ahora el número de muertos no impresiona tanto, ¡qué pronto nos volvemos indiferentes! Seguramente este hecho de la “droga adulterada” será noticia por un tiempo, y después a otra cosa. De esta forma, nos desconectamos y naturalizamos todo tipo de violencia, nada ya nos llama la atención: personas que no tienen agua potable -ni demás servicios básicos-, quienes no tienen lo suficiente para comer o para acceder a una asistencia digna de salud, los que no tienen vivienda, los que no tienen trabajo o teniéndolo son explotados, las víctimas de la inseguridad, los abuelos abandonados, la trata de personas, las personas que están solas, los que siguen sufriendo el flagelo de la droga todos los días y tantas otras injusticas con las que nos enfrentamos a diario.
Los Derechos Humanos vulnerados nos tienen que conmover y movilizar: no podemos ser indiferentes, volvamos a conectarnos con los demás, escuchar “con el corazón”.
Por todo esto hacemos nuevamente un llamado a toda la sociedad para trabajar juntos fuertemente en la prevención de las adicciones. Necesitamos ser una comunidad que asuma el dolor y sane las heridas de los otros. ¿Cómo? Con nuestro “método de las 3 C”: abriendo más espacios de Capillas, Clubes y Colegios, dándole lugar al que no lo tiene, apoyando la Obra de los Hogares de Cristo: centros donde se recibe la vida como viene, generando un espacio comunitario para la contención, sanación y reinserción social.
No nos cansemos de pedir a las autoridades del Estado Nacional, que se ocupen de ir detrás de los mecanismos de corrupción en todos sus niveles, que alimentan este circuito del narcotráfico, que destruyen tantos barrios, comunidades, familias, hermanos. Alentamos también la creación de mayores espacios de contención e internación, para que las familias más pobres puedan llevar a sus familiares adictos.
“Ante este preocupante panorama, la Iglesia siente la urgente necesidad de establecer en el mundo contemporáneo una forma de humanismo que sitúe a la persona humana en el centro del discurso socioeconómico y cultural; un humanismo que tenga como fundamento el “Evangelio de la Misericordia”. De ahí que los discípulos de Jesús se inspiren para llevar a cabo una acción pastoral verdaderamente eficaz a fin de aliviar, curar y sanar los muchos sufrimientos vinculados a las múltiples dependencias presentes en la escena humana” (Discurso del Papa Francisco a los participantes en la Conferencia Internacional “Drogas y adicciones: un obstáculo para el desarrollo humano integral”, Vaticano, 1 de diciembre de 2018).
Lloremos juntos… ¡Y salgamos juntos de la droga!
Confiemos en que la Virgen María, desde Luján nos cuida a todos.
Invitamos a todos los sacerdotes a rezar en las Misas de este fin semana por los fallecidos, sus familiares y quienes todavía se encuentran en grave estado de salud.
Buenos Aires, viernes 4 de febrero de 2022.
Obispos de la Región Pastoral Buenos Aires
Conferencia Episcopal Argentina
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